martes, 13 de julio de 2010

Miercoles 14 de julio de 2010

A Rajatabla
El Río Estrecho
Jorge Villegas

El Ingeniero Lombardo Guajardo nos recuerda que el Río Santa Catarina, en la primera mitad del Siglo Veinte , corría desparramado por un extenso cauce que se extendía hasta la calle de Ocampo, en pleno centro de la ciudad , y dos calles más arriba del río al lado de la Independencia.
La canalización que inició Morones Prieto estrechó el río a la mitad, entre lo que hoy son las magníficas avenidas Constitución y Morones Prieto. Se rescató una vasta extensión de tierra urbana, lo que facilitó la edificación de los Condominios constitución y el floreciente comercio y hotelería del rumbo.
Ambiciosos por utilizar el cauce del río para fines recreativos y asiento de pulgas , se sometió aún más a las aguas irregulares del Santa Catarina a correr por un estrecho canal de estiaje en su lado norte.
El Gilberto y ahora el Alex rellenaron de rocas el cauce , por el que apenas cabían 3 mil 500 metros por segundo. Los gaviones, las planchas de concreto de la canalización, además, ya no resisten el agua desbocada ni en los tramos rectos .Por eso Guajardo propone muros de contención en los pasos inferiores y en los puntos vulnerables de la canalización y otra rompepicos. Es una obra mayor de ingeniería, a la que se compromete la Comisión Nacional del Agua.
Así que paciencia y cambio de cultura en el uso del automóvil porque la reconstrucción va para largo. Imagine el caos cuando vuelvan escolares y universitarios a las aulas. En un mes más.
Ω
Miercoles 14 de julio de 2010


Cosas Nuestras
Comodidades
Jorge Villegas

La vida en el campo, lejos de la ciudad, es particularmente dura.
Hay que ir por el agua al río, al pozo; iluminarse con velas .
Limitarse a comer lo que se siembra en la parcela minúscula.
No hay moda en el vestir ni clima artificial que mengue calor y frío extremos.
La ciudad menos favorecida tiene agua en el grifo, luz en el switch.
El super está a la vuelta, la ropa , mal que bien se consigue , así sea de segunda mano.
Pero cuando una catástrofe compromete esas comodidades, la ciudad es un infierno.
Es más vulnerable, con mucho, el hombre de la ciudad que el del campo.
jvillega@rocketmail.com