jueves, 25 de marzo de 2010

Viernes 26 de marzo de 2010

A Rajatabla
El Alcalde no sabe
Jorge Villegas
Eran tiempos de presidencialismo agobiante, de partido único y nula democracia. Pero en la política y el servicio público había códigos de conducta que castigaban la insensatez de los funcionarios, la irresponsabilidad que costaba vidas.
A un alcalde que se ufanara de violar la ley, de auspiciar delitos para evitar delitos, lo acalambrarían el gobernador o el Secretario de Gobernación.
Dos o tres muertes injustificadas, acarreaban la desaparición de los poderes y la sustitución inmediata a cargo del Congreso de la Unión.
La oposición se encargó de destruir ese aparato autoritario y antidemocrático. Mal que bien, se impusieron la transparencia y la rendición de cuentas.
Tenemos que soportar ahora los abusos y excesos de un sistema que no acaba de ser democrático, que aún parece anarquía. espanta ver a un alcalde, como el de Santa Catarina, escurriendo el bulto ante la salvajada del asesinato de un detenido: Yo no sé nada, yo no estuve ahí, la autoridad investigadora no me ha informado nada.
O sea, no responde por las acciones de sus subalternos ni en el área delicada de la seguridad. Y su Secretario del ramo se niega a dar información porque no es su nivel ni su función .
No hay gobernador, congreso local, Secretaría de Gobernación que discipline o por lo menos llame al orden a funcionarios que burlan su responsabilidad de rendir cuentas en un caso criminal escandaloso.
Ω
Viernes 26 de marzo de 2010

Cosas Nuestras
Diferentes
Jorge Villegas

Son diferentes, ¡muy diferentes! el país y los mexicanos de hoy en día.
En Juárez, en Monterrey, en Acapulco ,como en el Guanajuato de la canción, la vida no vale nada.
El toque de queda lo imponen las familias para salvar a sus hijos.
No vale lucir camioneta de lujo, reloj fino o negocio próspero.
Los muchos muertos de cada día tienen nombre conocido o familiar.
Para darle auxilio un policía, primero pide permiso a sus socios criminales .
Como en Irak, a los inocentes caidos en batalla, los reducen a “bajas colaterales”.
Cunde en las ciudades la religiosidad: todos viven con el ¡Jesús! En la boca.
jvillega@roc ketmail.c om