lunes, 19 de julio de 2010

Martes 20 de julio e 2010


A Rajatabla
Llanto por mi Ciudad
Jorge Villegas

Cuando empezaba mis andares como reportero, el asesinato de un repartidor de tintorería, a manos de un homosexual, fue noticia de 8 columnas y escándalo cotidiano hasta la aprehensión y condena del culpable.
Eran tiempos tranquilos, con una comunidad acostumbrada a las reseñas de muertes solo en guerras lejanas. Lo local eran los raterillos, el marihuano , la autoviuda.
Ahora, es impensable abrir un periódico, encender el televisor sin toparse con sangre, con muertes violentas, con crímenes sin castigo.
Ya se nos hizo callo. Ya platicamos que anoche “solo” hubo cinco muertos. O que lanzaron “otra” granada a la comisaría en Guadalupe.
Se trivializó la nota roja . La ilegalidad se volvió mercancía de uso y el crimen organizado muta, se contagia y vuelve violentos hasta a los raterillos de antes.
Es nefasto el impacto en las nuevas generaciones de la impunidad rampante. No hay una ejecución que se resuelva, un levantón que se evite, un tiroteo que eluda a los civiles.
El daño moral a la comunidad es grave. El deterioro de la autoridad impotente, irreversible.
El regiomontano vive un estado de sitio voluntario, defensivo. De noche no va a restaurantes, no compra medicinas, no va a tiendas de conveniencia o a la gasolinera. No carga billetera, reloj, tarjetas ni joyas. Rehusa utilizar camionetas llamativas. A los agraciados del Sorteo Tec solo se les identifica con el nombre de pila, por protegerlos.
Es para llorar. Y para hacer algo.
Ω

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